lunes, 11 de julio de 2016

CAPITULO 5

ESTELA

Mi vida desde la visita de Dreed había cambiado, pues desde entonces, los años han pasado en el tiempo pero no sobre mí, no crecía, no envejecía, mi rostro seguía igual.
A veces, escondida donde nadie pudiera notar el peligro de mi especie, he escuchado a la gente hablar sobre las profecías del ser en que me he convertido. Las leyendas cuentan que los vampiros son los discípulos desterrados del infierno por el Diablo y, que algún día, ya sea dentro de miles de años o mañana, una profecía redacta que en la guerra que se avecina entre cielo e infierno, todas aquellas criaturas que alguna vez defraudaron la lealtad del Diablo, serán acogidas por un líder hallado en un planeta resucitado por el instinto de lucha, un planeta que hace años murió y tiene sed de venganza en contra del infierno.

Si esto fuera real, pues que así sea, que ese líder nos acoja en su planeta para ganar a la oscuridad más calculadora, más fría y más horrible que jamás los ojos de una persona hayan visto. No hay cosa en tantos años de nuestra existencia que más ansiemos y necesitemos, que la muerte de todo aquel que ayude al jefe del infierno.

Mientras leía en libros del latín antiguo e intentaba descifrar algún conjuro que pudiera librar mi cuerpo de este ser inmundo en el que me había convertido...mis sentidos se pararon y mi mente se quedó en blanco.
Cerré los ojos y en mi cabeza comenzaron a sonar los latidos de un corazón que no era el mío, un latido que estaba cerca quizá a dos calles de mi casa, que bombeaba sangre y la disparaba por todos lados. El corazón estaba a cien por hora, asustado.

-¡Otra vez no, por favor!.-Grité y me tapé fuerte los oídos.

Fue en vano, no eran ellos los que escuchaban, era mi cabeza, repartiendo cada latido por mi cuerpo, haciendo que mi bello erizara y que las venas se me hincharan.
Enloquecí y acabé perdiendo el control, había dejado de ser yo para convertirme en el monstruo que era.

Comencé a andar y abría las puertas bruscamente hasta salir a la calle. Me quedé quieta hasta que por fin volví a escuchar ese latido, cada vez agudizando más su sonido y cercanía. 
Mi sed y mis nervios crecían y crecían hasta que, al doblar la calle, lo encontré.

Sólo era un chiquillo, no tendría más de ocho años y se encontraba perdido en un callejón y llorando por no encontrar a sus padres.
Mi instinto no me permitió tener compasión a pesar de haber luchado contra él.

Me acerqué en silencio hasta llegar al cuerpo del muchacho y, cuando sintió mi presencia, se giró, mirándome a los ojos más asustado que nunca.
Yo no las veía, pero sabía que mis pupilas estaban dilatadas y que mis dientes eran lo suficientemente afilados como para aterrorizar a cualquiera.

-¿Estás asustado, niño?.-Dije repulsivamente.
Este, comenzó a llorar, gritando a todo pulmón a sus padres.

-Tus padres están lejos.-Dije y, al igual que un asesino, mi instinto psicópata hizo que agarrara su fino y suave cuello y lo empujara contra la pared de un contenedor.

El niño lloró una última vez, hasta que clavé mis putrefactos dientes sobre su cuello y...sobre el resto de su cuerpo, absorbiendo cada gota de sangre como el que bebe una cerveza fresca al llegar de un día duro de trabajo.

Una vez que terminé, mi sed se sació, mis pupilas y mis dientes volvieron a ser normales y los latidos pararon de sonar en mi cabeza.
Cuando pude ver lo que había hecho, me llevé las manos a la cabeza y, horrorizada al ver el cuerpo destrozado, caí al suelo, agarrándome las rodillas y llorando sobre ellas.

Oí las sirenas de un coche de la policía acercarse al lugar. Alarmada, más temiendo por sus vidas que por la mía, la mayor estupidez del mundo, se me pasó por mi cabeza.

Desde que me convertí en vampiro, había secretos de mi especie que desconocía. 
Una noche, hallé a un dotado que tenía el cuerpo de un ser querido en sus manos y hablaba entre lágrimas de que un vampiro lo había convertido.
Estuve una hora escuchando su historia y explicándome cómo realizó el ritual aquel vampiro.

No me quedaba otra, aunque ese muchacho no iba a tener la mejor vida del mundo, al menos tendría otra segunda oportunidad.

Cogí un pequeño trozo de cristal que había en un lado del suelo e hice una pequeña raja en mi brazo y otra en la del cuerpo sin vida del niño.
Cuando la sangre empezó a salir de ambos cuerpos, junté nuestros brazos haciendo que esta se mezclara, haciendo que mi sangre tuviera una toma de contacto con la suya.

Cuando acabé y escuché a la policía doblar la esquina de la calle, salí corriendo, avergonzada del acto que acababa de realizar.
Mientras llegaba a casa, pensaba en que bastaba con media hora para que ese niño abriera los ojos y se convirtiera en el ser más repugnante que pudiera haber visto.
Bastaba media hora para que sus instintos al completo cambiaran desde el de un niño, al de una máquina de asesinar.

Le pegué una patada a una piedra y, cuando llegué a casa, una furgoneta esperaba al lado de la puerta, como si estuviera vigilando los acontecimientos que ocurrían por mi hogar.

Asustada, corrí hacia dentro y subí hasta la habitación de mi hermana, donde la sombra de un hombre se encontraba a los pies de la cama de Boonie, tapando su boca con una mano para que no gritara.
Esta me miró aterrorizada, sus ojos decían que corriera pero, en ese momento, mi cuerpo se quedó clavado en el suelo y yo no sabía como reaccionar.

-Shh,-Dijo la sombra y, como si los muertos hubieran salido de las tumbas, revolviéndose por el cielo, miles de sombras como la de él, comenzaron a moverse por la habitación.

-¡Boonie!-Grité cuando esta era arrastrada por una de esas horribles criaturas hacia la ventana.

En vano me sirvió correr a por ella, pues la sombra de aquel hombre me había envuelto en su oscuridad, sumergiéndome en un desmayo.

Cuando desperté, me encontraban en un jardín, en un jardín que parecía estar situado en algún sitio paralelo a nuestro mundo.
Me incorporé y no hice más que mirar a lo que parecía ser un enorme castillo, o un enorme santuario, o algo parecido.



Una voz celestial, me hizo sentir pura, tranquila y protegida..consiguiendo que le intriga me llevara hasta dentro de aquel hermoso lugar.

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