martes, 5 de julio de 2016

CAPÍTULO 2

HUGO

Cuando abrí la ventana la noche se veía horrible, hoy sería uno de esos días en los que me iría a trabajar, sabiendo que volvería a casa con un enorme remordimiento de conciencia.
Antes de ponerme la capucha de mi chaqueta y salir de casa, miré hacia el suelo y una pluma negra yacía sobre este. No tenía brillo, no era elegante, había perdido su fuerza, tal y como a mi me iría pasando poco a poco.

Las calles estaban muertas y para no llamar la atención, tuve que caminar sobre callejuelas mugrientas, donde las tuberías de los bares daban paso a el agua sucia de los lavabos y el olor a parrilla.
Eran las 0:00 y desde fuera se podía escuchar la típica música de taberna y a los típicos borrachos pedir el cambio para jugar a las máquinas.

Hace un tiempo atrás yo fui hijo de un hombre así, el cual me dejaba sentado en una de las mesas mirando la tele, mientras él bebía cerveza y hablaba de sus malas hazañas con el tabernero.

Me llamo Hugo, hace unos cuantos años me enteré de que no era una persona normal, mi madre nos explicó a mi hermana y a mi que eramos diferentes a los demás, que teníamos un don. También nos contó que conforme los años fueran pasando, las cosas cambiarían, nuestros sentidos se agudizarían y todavía recuerdo mi cara cuando finalizó diciendo que llegaría un momento en el que los dos lucharíamos para matar al otro.

Soy un ángel, un ángel negro, soy un discípulo del Diablo y mi trabajo es cumplir sus mandatos sean cuales sean y sin importar mi opinión.
A veces odio ser lo que soy, en estos momentos lo odio, pero algo cambia en mi interior cuando debo de cumplir órdenes, dejo de ser yo y me convierto en algo malvado, en algo que todavía no he logrado entender.

Por otro lado, mi hermana es un ángel blanco, el más puro que hay, pues su misión es hacer que todos los bichos raros como yo muramos en un caldero del infierno con el Diablo. 
Su jefe y el de muchos más como ella es el gran Dios, o eso dicen.
A ratos la envidio porque ella jamás se siente malvada como yo, pero hay ratos que la odio porque piensa que todos los trabajos que Dios manda, son trabajos encargados por órdenes de una persona honesta y de buen corazón.
Lo odio, odio a Dios, porque sí existe de verdad, se parece bastante a su ex amigo Lucifer, lo único que desea es venganza contra él y nosotros. Sus ángeles no lo entienden, ellos piensan que todos sus mandatos están empleados para causar el bien.
Al menos el Diablo es sincero, es manipulador, asquerosamente malvado, sin corazón, calculador, asesino, pero, sincero sobretodo.

Respecto a mis padres, es fácil, mi madre era un ángel blanco y mi padre un ángel negro que acabó suicidándose un día después de llegar a casa tras uno de los trabajos.
Mi madre no tuvo más remedio que abandonarnos a nuestra suerte porque el Diablo la buscaba para obtener una explicación de lo ocurrido con su marido.
Todavía no sé si la llegó a encontrar y todavía no logro entender por qué mis padres se casaron y tuvieron hijos sabiendo las consecuencias que eso tendría.

Caminaba solo cerca de un río y finalmente, cuando llegué a su final, el bebé se hallaba en su cuna, esperándome a mi.
Me acerqué a él y saqué una pequeña navaja de mi bolsillo. Suspiré pensando una última vez en la mierda de ser que me estaba transformando y me hice un corte en la muñeca.
Dejé que mi sangre entrara en contacto con la saliva del bebé y este abrió sus ojos, unos ojos negros, solo negros, como los de un demonio.
Entonces el agua del río se separó, dando paso a un portal en el que posé mis pies y rápidamente desaparecí.

Adentrarse en ese portal era como esa sensación que recorre tu cuerpo cuando piensas que estas apunto de morir y sabes que vas a ir directo al infiero. Tu cuerpo arde y cuando notas que poco a poco se apaga...ya has despertado en otro mundo, dolorido y asqueado contigo mismo.

Jack me estaba esperando en el pasadizo, sujetando una vela y algo cabreado.

-Tío, te dije que no llegarás tarde.-Me dijo nervioso.

Me situé en el ambiente y cuando me levanté, agarró mi brazo y tiró de él para que le siguiera.

Antes de acercarnos a la gran puerta, Jack paró en seco y me miró con una expresión de preocupación.

-¿Has visto a un muerto?-Pregunté
-No, he visto al Diablo, que es peor.

Tragué saliva. 
Jack es un desafortunado ángel negro como yo, lleva muchos más años que cualquier otro ser al mando de los acontecimientos que ocurren al margen del infierno. Es el chivato de Lucifer, el confidente. 
Nuca ha querido decirnos como fue su antepasado ni como llegó hasta el infierno.

Me puse delante de la gran puerta y Jack me asintió dándome a entender que tenía que entrar, sus ojos azules daban todavía más sensación de pena de la que sus palabras daban.

Entré y todo estaba oscuro, no se veía nada y un gran silencio retumbaba en toda la habitación, un silencio incómodo, hueco.
Noté como la puerta se cerraba fuertemente y que mi cuerpo era atraído por algún ente mucho más poderoso que yo hacia lo que a mi tacto parecía ser una silla.
Tenía el corazón en un puño, nunca había tenido un encuentro como este.
Entonces, desde el fondo de la habitación, dos luminosos, asquerosos y terroríficos ojos blancos, comenzaron a acercarse hasta mi.

Pararon en seco y, de repente, su voz sonó, daba tanto miedo como yo recordaba.

-Hugo, me alegro de verte.-Dijo fríamente.

No sabía qué contestar, mis ganas de hablar habían desaparecido.

-Y yo a usted señor, perdóneme por llegar tarde, señor.

Los ojos retrocedieron dándose un paseo por la oscuridad de la habitación.

-He de encomendarte una misión.-Dijo aumentando la frialdad de su voz.- Ayuda a Lilith a quedarse con el alma de alguna niña para que tome el control sobre la ciudad de Nueva York, y,  una vez que lo haya conseguido, ella te acompañará en la búsqueda de Redreek.

Se me hizo un nudo en la garganta.

Lilith era algo más inhumano que el Diablo y cualquier ángel juntos, era otro tipo de Lucifer.
Es un Diablo que se adapta a la forma que más empatía y dulzura recoge a la gente...algo como los niños, los muñecos, los animales...
Después de haberse ganado el terror de estas personas, consigue su suicidio y tal y como esto, sus almas.

-Perdone señor, pero no quisiera trabajar con Lilith.

La habitación volvió a quedarse en ese silencio incómodo y comencé a sudar.

-Lo harás.-Contestó amenazante.

Redreek, por otra parte, era una fusión asquerosa entre un vampiro y un ángel que, desde hacía siglos, había causado el terror y la destrucción sin respetar el ámbito de vida entre cualquier dotado. Él era alguien al que por supuesto, no me daba pena matar.

-Señor, si de verdad eres nuestro amigo, no permitiríais que hiciera eso.-Dije aventurando mis palabras a un gran castigo.
-Yo soy de esos amigos que sería capaz de ayudarte hasta esconder un cadáver, eso sí, fállame y recuerda que se esconder un cadáver.

Paré de sudar para sumergir mi cuerpo en un escalofrío lleno de terror.

-Hugo, soy el Diablo y amigo cuando quiero. Ahora vete, Jack te acompañará hasta Lilith.

Y, de la misma forma que había entrado, los ojos blancos desaparecieron y a tientas en la oscuridad, me levanté buscando la puerta, la cual volvió a abrirse sola y caí de bruces contra el suelo.


Ahora entendía la preocupación de Jack, el sabía cual sería mi próxima misión.
Comencé a hacerme la idea de que podía ser una de las últimas que haría.
¿Podría haber sido un castigo por llegar tarde al infierno?






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