sábado, 8 de julio de 2017

Capítulo 10

Hugo


Tan rápido como me lo hicieron saber tembló el infierno y los fuegos de este se elevaron hasta el Olympus.
La chica a la que estaba torturando me miró a los ojos más asustada que nunca.

-No sé dónde está la mujer de fuego.-Dijo.

Negué con la cabeza desinteresado.

-¡Han matado a mi hermana! ¿Lo entiendes? ¡Me da igual la mujer de fuego!.-Dije zarandeándola.

Ella escondió la cara con temor.

-¡¿Me tienes miedo?! ¡Estúpida!

Cogí su cuerpo y lo arrojé por la ventana. Sus gritos eran para mí como las sinfonías de Beethoven. Cuando dejaron de oírse supe que había llegado la mejor parte, pues se había ahogado en el fondo del mar oscuro.

Salí de aquella habitación.

Que quede claro, ahora que mi hermana está muerta los planes del infierno se van directos a la mierda. Pero el hecho de su muerte me da lo mismo.
Ya lo he explicado cientos de veces, ella y yo somos enemigos y soldados destinados a defender cada uno su bando y a luchar en la batalla final. 
Ahora que no está todo supone un cambio, puede que sí haya encontrado un sentimiento de todo esto. Puede que esté preocupado de que mi puesto en el infierno peligre ahora que ya no sirvo de nada aquí. Y también puede que esa hija de puta haya muerto para vencerme de una vez.

Se me encogió el poco corazón que me quedaba y un agudo dolor me apuñaló las sienes.

Cuando un hermano ángel muere, las alas de todos los que lleven su sangre se rompen con el paso de los días.
¡Un ángel sin alas es como ser un simple y triste humano! ¿¡Entendéis ahora por qué mi vida peligra?! ¡Nadie en el infierno quiere a los humanos!

Es por esto que mi hermana y yo preferíamos enfrentarnos en la guerra. Ahí nos daría igual perder o ganar, morir o vivir. Porque para eso está la guerra, para apostar con todo.

Cuando mi increíble humor se había calmado, saqué mis alas, las cuales salieron de mi espalda después de rasgar todo mi interior y hacer que gritara dolorido.
Las plumas negras estaban sucias y marchitas y el cartílago crujía a medida que revoloteaba por el cielo.

Al llegar al Olympus y tras un festín de dolor, volví a encerrar a aquellas dos bestias en mi cuerpo.

Pisé con tal fuerza el cielo celestial que a mi paso se abrieron grietas supurando agua de las ciénagas. Las paredes se descompusieron y los armoniosos cánticos quedaron enterrados en un silencio infinito.

Iba muy confiado a torturar a Zeus pero, justo cuando interrumpía en la gran sala escuché una conversación que me dejó de piedra.
El Dios hizo una señal a uno de sus ángeles para que se callará cuando me vio entrar.

-Vaya.-Dije.-Por mí no os cortéis.

-¿Cómo osáis volver a entrar en mi templo sagrado?

-Corta el rollo Zeus. Espera...¿He dicho Zeus? Quise decir Scar.

-¡Shhh!

Tapó mi boca con una cuerda tan rápido como me oyó decir aquello y me dejó en el suelo atado de pies y manos.

-Señor...lo ha descubierto, ¿No cree que deberíamos deshacernos de él?

El pequeño ángel fue condenado con una soberana paliza por parte de su amo. Algo que me dejó aun más sorprendido.

-¡Te he dicho que te calles!-Gritó él mirando de un lado a otro como si alguien nos espiara.

-Si, mi señor.

-¡Y corre pequeño estúpido! Cierra todas las puertas, no vaya a ser que otro ángel negro entre a espiar.

James, que así se llamaba el esbirro, obedeció inmediatamente. Después, tras otra orden, retiró la cuerda que me impedía hablar.

-Bien, ya lo sabes, no soy Zeus.

-No, eres Scar.-Repliqué con una sonrisita.



-El Olympus es mío y el infierno pronto lo será. Y con la ayuda de los dos reinos construiré un nuevo planeta.

Se me escapó una risa al oír aquellas palabras.

-¿Qué te hace tanta risa?.-Preguntó atestando un puñetazo en mi mandíbula.

-¿Crees que vas a vencer a los dioses? Espera, espera. Mejor aun, ¿Crees que vas a vencer a los demonios?

-Estúpido, no sabes quién soy yo.

-Ilumíame.

-Soy el Dios de los dioses egipcios, conocido como Ra. Mis amigos me llaman Scar.

-¿Tú tienes amigos?

Volvió a darme otro puñetazo.

-Yo soy el símbolo de la luz solar, el dador de la vida, así como el responsable del ciclo de la muerte y de la resurrección.

-¿Y qué te hace romper ese ciclo para dedicarte a esto? Creo que ya es bastante guay ser el Dios de los dioses y toda esa mierda.

Se paseó seguidas veces por la gran sala con tranquilidad.

-Soy el Sol que ilumina el mundo y el mundo está llegando a su fin, ya nadie lo cuida. Quiero construir otro mejor con los restos de este, quiero ser yo el que inicie y acabe la guerra, quiero ser yo quien destruya y creé.

-Ya lo he oído todo en la vida, de verdad lo digo. ¿No te da pena traicionar a los dioses?

-¡¿Pena?! No conozco amigos ni enemigos en combate, destruyo a todos sin distinción.

-Vale ya me he cansado de oír tanta tontería.-Dije y me levanté desatando mis cuerdas.-Devuélveme a mi hermana, yo me iré por donde he venido y haré como si no hubiera oído nada.

Scar me observó perplejo y nostálgico.

-Yo no puedo revivir a tu hermana.

Se me heló el cuerpo.

-¡¿Pero qué cojones dices?! ¡¿No se supone que eres el dador de la resurrección y todas esas gilipolleces?!-Lo agarré del cuello.-Trae a mi hermana de nuevo.

Negó con la cabeza despreocupado.

-Hace tiempo que no tengo ese poder.

Lo solté sorprendido y le reproché que fuera como fuese, reviviera a mi hermana.

Tras un rato en silencio, Scar tomó una decisión.

-Esta bien, Hugo. La condición es la siguiente. Tu hermana vuelve a la vida y tú te marchas al infierno sin contar nada de esto.

Asentí.

Entonces volvió a recobrar la forma de Zeus y recitó unas palabras que no logré comprender. Al parar, el Olympus comenzó a temblar.

-¿Qué es eso que viene por allí? ¿No es un tsunami? ¡Mi señor, una ola muy grande se nos acerca!

-¡Por todos los dioses!-Exclamó este mirando el agua.-¡Ya vienen! ¡Ya vienen!

Yo sin comprender algo me agarré a una columna con el corazón en un puño y aguanté la respiración.
La ola pasó y nos envolvió, arrasando nuestros cuerpos pero dejando intacto al Olympus.

Al cabo de un rato desperté, magullado por todo el cuerpo y con mis alas empapadas.
Delante de mis propias narices estaba el mismísimo Poseidon.


Me miró a mí, luego miró al supuesto Zeus, se mantuvo callado y con una pose ruda.
Tras su paso, la tierra rugió y empezó a abrirse hasta que ascendió del mismísimo infierno Hades, hijo de Zeus.
Este, asombrado por mi presencia movió la mano e hizo estampar mi cuerpo seguidas veces contra la columna.

Y así comenzaron a aparecer todos los dioses que podáis imaginar. Desde Anubis, el Dios egipcio de los muertos, hasta Thor, el Dios del trueno.

Sus presencias me abrumaban, no entendía que tenían que ver ellos con mi hermana.
Cuando me vi a mí, una mierdecilla insignificante del infierno, entre tantos dioses...me hice un ovillo.

Todos y cada uno de ellos, sin articular palabra, se juntaron en un círculo y comenzaron a recitar otras extrañas palabras.
 Al acabar, abrieron un pasillo dando paso a una bruja.
Con solo verla ya sabía lo que estaba apunto de pasar.
Ella estaba rapada, semidesnuda y cubierta de un montón de extraños tatuajes y pendientes hasta la cabeza.
Daba repelús nada más verla.



Paró en seco delante mía, agarró mi cabeza y lamió mis labios.

-Hola Hugo, tenemos mucho trabajo.-Dijo serena.

-Que...que asco.

Cuando miré hacia atrás todos los dioses ya habían desaparecido, incluido el falso Zeus.

La bruja agarró mi mano y me condujo hacia las sepulturas del Olympus.
Agarró la de mi hermana y con el menor esfuerzo la hizo pedazos para sacar el cadáver.
Cuando ya lo tenía fuera, corto con un pequeño cuchillo su piel y escupió la sangre que salió de esta en la boca de mi hermana, luego hizo lo mismo con la mía.
Luego puso sus ojos en blanco y comenzó a decir unas palabras en latín. Susurros diabólicos se oían mezclados con su voz.
Al acabar de recitar, se acercó a la boca de Celia, la cual ya estaba en proceso de descomposición y comenzó a succionar una especie de nube negra que también contenía aquellos susurros diabólicos.

No puedo negarlo, estaba completamente acojonado.

Cuando cesaron los susurros, la bruja recuperó el color de sus ojos y comenzó a sonreír.

-Todo arreglado.-Dijo y se esfumó, literalmente.

Yo, perplejo, me giré para ver el cuerpo de mi hermana y ella ya se encontraba de pie, mirándome atentamente.
Pegué un brinco del susto.

-Hola Celia.

Ella me miró incomprendida.

-¿Celia?

-¿Quién eres?-Respondió ella.






No hay comentarios:

Publicar un comentario